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Las Obras de Misericordia
con la voz de Sr Perla y Sr Angelica
El Papa Francisco en el documento “El rostro de la misericordia” (Mv) exclama con gran pasión: “¡Cuánto deseo que los años venideros estén impregnados de misericordia para poder llegar a cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios! Que el bálsamo de la misericordia llegue a todos, creyentes y lejanos, como signo del Reino de Dios ya presente en medio de nosotros” (Mv 5). Este mismo documento nos ayuda a recorrer la Historia de la Salvación en clave de Misericordia: “En definitiva, la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la que Él revela su amor como el de un padre y una madre que se conmueven hasta lo más profundo de sus entrañas por su hijo.
Es justo decir que es un amor “visceral” (Mv 6)
La misión que Jesús recibió del Padre fue revelar el misterio del amor divino en su plenitud. “Dios es amor” (1 Jn 4,8.16).
Su persona no es otra cosa que amor, un amor que se dona gratuitamente. Sus relaciones con las personas que se acercan a Él manifiestan algo único e irrepetible. Los signos que realiza, especialmente hacia los pecadores, los pobres, los excluidos, los enfermos y las personas que sufren, están bajo el signo de la misericordia. Todo en Él habla de misericordia. Nada en Él carece de compasión. Lo que movía a Jesús en todas las circunstancias no era otra cosa que la misericordia, con la que leía el corazón de sus interlocutores y respondía a su necesidad más auténtica. (Mv 8)
Escuchemos la palabra de Jesús que pone la misericordia como ideal de vida y criterio de credibilidad para nuestra fe: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7) es la bienaventuranza en la que inspirarnos con particular compromiso en este Año Santo. La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere vernos felices, llenos de alegría y serenos. En la misma onda debe orientarse el amor misericordioso de los cristianos. Como Él ama al Padre así ellos aman a sus hijos. Así como Él es misericordioso, también nosotros estamos llamados a ser misericordiosos unos con otros. (Mv 9)